¿Por qué se lee?
Rogelio Salazar de León
Leemos porque vivir la vida no basta, leemos porque al vivir la vida algo queda en el silencio, leemos porque sentimos que somos parte de un evento que, al ir más allá de nosotros mismos, nos remonta y es inalcanzable, en suma, leemos porque somos unos inconformes incorregibles.
Leemos porque vivir la vida no basta, leemos porque al vivir la vida algo queda en el silencio, leemos porque sentimos que somos parte de un evento que, al ir más allá de nosotros mismos, nos remonta y es inalcanzable, en suma, leemos porque somos unos inconformes incorregibles.
Si alguien preguntase ¿Por qué queremos ser fuertes? ¿Por qué queremos ser consistentes? Tendríamos que responder, en honor a la honestidad más que a la verdad, porque somos débiles y porque somos inconsistentes; si no quiero ser una veleta es porque soy una veleta; parece como si, de nuevo, en honor a la honestidad sólo pudiese desearse lo que no se tiene, lo que hace falta, lo que es carencia. Y se lee por eso, porque en la vida falta una suerte de cadencia.
Entonces, dicho lo dicho y siguiendo con el procedimiento de formulación de preguntas ¿Cuál es el evento que hace surgir eso que llamamos literatura? Ése es un evento de transformación o, quizá mejor, un evento de desplazamiento porque, ante la insatisfacción, la vida se transfiere al lenguaje; la literatura provoca un evento de desdén hacia el mundo para optar por una vida que se vive con el lenguaje, en el lenguaje y por el lenguaje; y esto no es figurado, al contrario es rigurosamente literal.
Pero además es un evento que se enraíza en tierras más profundas, en tierras que no han sido visibles antes de que el lenguaje se empeñe en la búsqueda de tesoros escondidos; el mecanismo del hallazgo y del encuentro, como ha sido siempre, sigue siendo el deseo.
El evento que hace surgir eso que llamamos literatura es un deseo por alcanzar con el lenguaje, en el lenguaje y por el lenguaje aquello que escapa a las formas cotidianas del discurso.
La literatura es un anhelo por ir más allá de los hábitos del discurso, no importa si estos se llaman liturgia, argumentación, sistema, método o de cualquier otra forma; en otras palabras o, más bien visto desde otro lado, la literatura es un afán por fundar en el lenguaje otro discurso, un afán por intuir (porque sólo eso es posible todavía) aquello que aún no es actual, un afán por permanecer vestido de palabras, aun y cuando uno se desnude de ropa, un afán por acaparar en las palabras la juventud, aun y cuando se sabe que la ella es efímera, un afán por
contar cómo alguien cambia cuando se enamora.
La literatura es un anhelo por ir más allá de los hábitos del discurso, no importa si estos se llaman liturgia, argumentación, sistema, método o de cualquier otra forma; en otras palabras o, más bien visto desde otro lado, la literatura es un afán por fundar en el lenguaje otro discurso, un afán por intuir (porque sólo eso es posible todavía) aquello que aún no es actual, un afán por permanecer vestido de palabras, aun y cuando uno se desnude de ropa, un afán por acaparar en las palabras la juventud, aun y cuando se sabe que la ella es efímera, un afán por
contar cómo alguien cambia cuando se enamora.
Todos estos afanes rebasan y van más allá de los hábitos comunes, usuales y cotidianos del lenguaje, por ello es que requieren del evento capaz de hacer surgir una nomenclatura diferente, capaz de alcanzar con el lenguaje otros usos y otras maneras.
Si los flujos de la vida implican una serie de códigos, una serie de formas consabidas; a la par esto hay que ser capaz de apreciar que cuando estos códigos o formas consabidas dejan de ser suficientes para algo, surge o, al menos, están dadas las condiciones para que surja el evento que llamamos literatura; habría que pensar que, de algún modo, la literatura es un evento que funciona como el desbloqueo.
De modo que la literatura es un esfuerzo por contar una historia conforme a leyes o moldes o códigos ajenos y desconocidos para la vida ordinaria.
Así como pasó durante el período que va del final del siglo XVI al comienzo del XVII, cuando un ex soldado español, un ex convicto cristiano en manos de los árabes de Argelia y ex cobrador de impuestos para la corona de los Austrias españoles, siente y sabe que ya no puede contar otra historia de amor cortés y de caballería andante en obediencia a las leyes, a los moldes y a los códigos válidos para estos géneros desde la edad media; y frente a ese sentimiento y ese saber, una vez más preso pero esta vez en la cárcel de Sevilla, convoca a ese evento que es la literatura para escribir un libro auroral, un libro raro, aparentemente desgobernado y desordenado, que mientras cuenta la historia de un personaje patético (hoy diríamos ridículo) va llenando el libro de otras historias, que mientras va sacando su libro de otros libros, a la vez está inventando un nuevo género, que mientras recorre una pobre y polvosa provincia de la tierra adentro peninsular, recorre también la ruta hacia la modernidad literaria, como pudo hacerlo Galileo en la física o Descartes en la filosofía, todos por la misma época.
A estas alturas lo más probable es que ya no sea necesario decir que el autor es Miguel de Cervantes y que el libro es El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha; lo que sí que es necesario mencionar y reiterar una y otra vez es que Miguel de Cervantes es un literato y que, como tal, lo que hace es literatura, es decir él logra atar el mundo a otra gramática.
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