viernes, 8 de mayo de 2015

Las elecciones de las redes sociales

Lic. Juan Carlos Guzmán
Instituto de Investigaciones Políticas y Sociales


Marshall Mcluhan en su libro, “Para comprender los medios de comunicación”, incluyó su célebre idea “el medio es el mensaje”, lo cual desencadenó una serie de reacciones académicas incluso, algunas de ellas descalificando su labor investigativa y de producción de conocimiento en materia de medios de comunicación.

Si fuese cierto ese planteamiento y si ambos elementos (medio y mens
aje) fuesen lo mismo y fuesen interdependientes ¿cuál sería el mensaje de las redes sociales como medio?

Las redes sociales, como bien es sabido son sitios de interacción social, hasta cierto punto un “lugar virtual de encuentro”. Los seres humanos (en su mayoría) poseemos una cierta “adicción” al intercambio de mensajes. Ejemplo de ello son  aquellas constantes llamadas de atención en las aulas de clase para que los estudiantes cesen de interactuar a través de intercambios simbólicos, lo cual les parece casi irresistible.

Por su sencillez y versatilidad fundamentada en la portabilidad que brindan los dispositivos celulares,  las redes sociales se han convertido en una herramienta necesaria en la transmisión de mensajes de vital importancia en nuestras actividades diarias.

Es bien sabido que Facebook, Twitter y Youtube, son las redes más populares en Guatemala. Pero, más allá de reflexionar sobre lo que las redes son, o lo que hacen, es importante pensar en lo que han significado para la dinámica política y social de Guatemala en estos últimos cuatro años.

El domingo 9 de mayo de 2011, es asesinado un reconocido abogado, identificado como Rodrígo Rosemberg, el hecho de que alguien sea asesinado en Guatemala, lastimosamente,  no es una noticia que escandalice a la población, tomando en cuenta los altos índices de violencia en el país. Sin embargo lo que causa revuelo es un video, el cual es transmitido a través de la red social Youtube, en donde el mencionado abogado anuncia de forma casi profética su eventual asesinato y responsabiliza a actores claves en la dinámica política del país, específicamente al presidente de turno, Alvaro Colom y su entonces esposa, Sandra Torres.

Dicho video fue viralizado a través de Facebook y Twitter, generando toda una crisis en el gobierno de Colom y la marcada indignación de un grueso sector de la población.

Este acontecimiento de viralización de mensajes a través de redes sociales mostraron a Guatemala el poder de estos sitios en materia de propagación de contenidos, pero más allá de la propagación mostraron su potencial para el posicionamiento e incluso la producción de ideologías y actitudes hacia determinados tópicos, así mismo evidenciaron su capacidad de convocatoria, pues se organizaron marchas y actividades demandando el esclarecimiento de este hecho de sangre.


Cuatro años después nos encontramos en esta coyuntura electoral, en donde pareciera que los hábitos de medios de los guatemaltecos han experimentado cambios.

 Todavía la televisión posee parte importante en la preferencia de medios  de comunicación, la radio aún posee su mercado cautivo y los periódicos no decaen en su número de ejemplares distribuidos, sin embargo para este año 2015, no es extraño en lo absoluto observar a cualquier persona revisando la pantalla de sus dispositivos móviles casi en todo momento.

Los medios de comunicación tradicionales (Televisión, radio y prensa) parecieran entrar en una especie de “sincretismo tecnológico” con las redes sociales, Con frecuencia se observa la interacción de los televidentes con los presentadores de noticias o los conductores de programas en vivo y en directo, en tiempo real a través de las redes sociales.

Pareciese que ahora, como oyente, lector o televidente se tiene  el poder de “aportar” o “ayudar” a construir el contenido de la información transmitida en los programas.

Audiencias más activas, participativas, menos pasivas, con poder de ser escuchados y poder opinar en tiempo real, en vivo, de costa a costa.

Si la participación de un  usuario de redes sociales es constante y activa,  casi se podría tener el éxito y la fama de una verdadera celebridad, y podría sacar del anonimato a cualquier mortal que tuviese acceso a estos medios.

Al mismo tiempo por el carácter cuantitativo de las redes (pues contabilizan cada acción) se constituyen en una herramienta eficaz en la medición del impacto de los mensajes transmitidos. No se necesita de una gran investigación para saber si los mensajes gustan o no. Simplemente basta con cuantificar el número de likes, retwett, favorito o el número de reproducciones para poder cuantificar y analizar el impacto del contenido colocado en redes sociales.

Por ello no fue nada raro que los partidos políticos viesen en estos sitios una oportunidad para construir redes de inclusión social, en donde se pudiesen congregar, contabilizar, controlar, motivar e interactuar con simpatizantes.

Pero lo más importante les permitió medir la cantidad de personas que los rechazan e incluso investigar a través de la lectura de comentarios, las razones que motivan el rechazo y a su vez escoger herramientas para construir sus ofertas políticas y de campaña.

Las redes sociales gustan a los usuarios, pues si el mensaje es adecuado, este mensaje tiene el potencial para ser reproducido varias veces y así masificarse, masificando al mismo tiempo el perfil que emitió el mensaje, otorgándole cierta fama y notoriedad instantánea.

Así mismo el usuario es productor y consumidor de información, lo que genera un sentimiento de importancia, pues se aporta al contenido de la red social y se es “aplaudido”, animado y estimulado con “likes”, “retwett” y reproducciones.



La red social representa un capital social, cuyos movimientos, crecimientos y descensos pueden ser fácilmente cuantificados.

Además permite reflexionar y escoger los contenidos a publicar, pues si se es cuidadoso, es posible formar un perfil casi perfecto, en donde todo es color de rosa, feliz y sin defectos. Esto permitiría la creación de una imagen positiva virtual, tan poderosa que podría proyectarse incluso en el mundo real. Aunque esta solo sea producto de la correcta escogencia en los mensajes, las imágenes, etc.

El actual proceso electoral está interrelacionado claramente con la actividad de las redes sociales. Un dato curioso, que tal vez no sea un secreto, es esa fascinación y alto nivel de influencia que las mismas ejercen sobre los estratos medios urbanos, en los cuales se ha observado que algunos contenidos transmitidos a través de redes sociales han creado, modificado o cimentado ciertos criterios de opinión pública.

Como ejemplo de ello, podría citarse la viralización del escándalo de supuesta corrupción en el Estado guatemalteco, denominado “Caso la Línea”, en donde el contenido de las distintas informaciones estaba presente en casi todas las terminales de teléfonos celulares en forma casi instantánea. La presión ejercida por las distintas opiniones vertidas en redes sociales fue tal, que el candidato a presidente por el partido oficial decide abandonar al Partido Patriota, en un afán de no “mancharse” con esa mala imagen hacia el Partido que se formaba en el mundo virtual y que de alguna manera se traslada a las mentes reales de los ciudadanos. Dejando de lado las aspiraciones del partido oficial a continuar en el poder.

Es muy común observar a diario distintos mensajes y “Memes” aludiendo y ridiculizando a personajes como Manuel Baldizón, Sandra Torres, Alvaro Arzú, etc. Lo importante de esto es que pareciera que el contenido de las redes sociales en Guatemala se inclina a la búsqueda de conocimiento y las reflexiones, aunque sea en el plano informal, de la realidad política del país.

Las redes sociales se están convirtiendo en esta coyuntura, en una especie de tribuna de debate y de construcción informal de conciencia política, lo cual posee puntos fuertes y débiles, pero en esta ocasión no es pertinente reflexionar en ello.

La participación de las redes sociales está creando una especie de ciudadanía virtual en dónde pareciese que los usuarios sí se interesan en el futuro político del país, son capaces de denunciar, son capaces de opinar y lo más interesante, son capaces de agruparse y de llevar sus actos al mundo real, ejemplo de ello la concentración masiva del 25 de abril, en dónde a través de un hashtag  “#renunciaya” se inicia una serie de pronunciamientos y llamados a la manifestación que logra la convocatoria de miles de guatemaltecos que se unieron buscando una causa común.

“Renuncia ya!”, un mensaje pequeño, fácil de recordar, de carga emotiva y con gran potencial para ser entendido, una forma muy efectiva de transmitir un mensaje y de volverlo eficaz.

Si nos atreviésemos a contestar la pregunta, ¿Cuál es el mensaje de las redes sociales en Guatemala?
Se podría decir que en este momento es: Participación, opinión, denuncia y movilización.

Pareciese que en este proceso son parte esencial en la creación y comparación de criterios que nos ayudaría a tomar decisiones más meditadas en materia electoral.

Es importante que en la academia se trate de dar más importancia a la investigación del desarrollo y dinámica de las redes sociales en interacción con los distintos fenómenos de la sociedad, por el momento solo queda continuar observando el desarrollo de los hechos y la evolución de estas tecnologías de la Información y la comunicación.


martes, 19 de agosto de 2014

Menores en riesgo: ¡el mundo en riesgo!

Una mirada desde la Psicología

Marcelo Colussi

“Mi mamá me regaló cuando tenía cinco años; la familia que me crió me pegaba con un alambre.”
Pablo
Doce años después de esa “adopción”:
“Pablo, ¿cuándo fue tu última relación sexual? Ayer; con la mara nos violamos una indita.”

“El mundo no resolverá sus principales problemas mientras no aprenda a mejorar la inversión para el desarrollo de sus niños y niñas.”

UNICEF

I

En nuestro mundo actual, donde se produce aproximadamente un 40% más de los alimentos necesarios para nutrir a toda la Humanidad, cada día 34.000 niños mueren de hambre. Pero muchísimos más, aunque con dificultades, sobreviven; claro que, a veces, a un alto costo: muchos deben trabajar a una corta edad -se calcula en más de 600 millones en todo el globo la cantidad de menores trabajadores, muchos de ellos sin percibir salario-. (Ante cosas así es que cabe cuestionarse cómo es aquello del “trabajo, esencia probatoria del Ser Humano”. ¿Será cierto?). Inclúyase ahí la prostitución infantil, que nos obliga a repensar si eso es un trabajo. Pero todavía estamos hablando de niños que viven bajo un techo; más grave es aún la situación para los 150 millones que viven en las calles de las grandes urbes.

“Los niños primero” suele escucharse. Muy literalmente se entendió esto en la prefabricada guerra de Irán e Irak, entre 1980 y 1988, donde los párvulos iban al frente para detectar las minas enemigas, pisándolas. Pero no: los niños primero no en ese sentido sino como esperanza de algo mejor. Porque a todas luces lo actual puede -¡y debe!- ser mejor (un perrito hogareño del Norte come más carne roja que un habitante del Tercer Mundo.....; uno de los negocios en mayor expansión es la pornografía infantil). ¿La Humanidad se volvió loca, o eso somos?

Menores hambrientos, explotados, marginados; niños víctimas cuando deberían ser privilegiados; niños que mendigan, que no juegan, que no sueñan; chicos que estorban, que sobran, niños-soldados, niños que tienen ya -apenas iniciada su vida- trazado un negro destino. Sin dudas debemos mejorar mucho todavía el cuidado de los menores. Aunque legalmente se supone que todo menor está protegido por derechos constitucionales en cualquier parte del mundo, siguiendo convenciones internacionales que así lo estipulan, la cruda realidad enseña que no son pocos los lugares donde un niño trabaja, no termina su educación académica, padece enfermedades previsibles o se cría en contextos de extrema violencia.

¿Qué significa “menores en riesgo”? Es este un concepto amplio, más descriptivo que operativo; suele hablarse también de “circunstancias especialmente difíciles”. Caen en esta categoría desde niños que viven en zonas de guerra a los hijos de familias disfuncionales (padres alcohólicos o tóxicodependientes, por ejemplo), desde menores de barrios marginales de las grandes ciudades o que se salieron de sus hogares y viven en las calles a huérfanos por los más diversos motivo. Está claro que cualquiera de estas vicisitudes -todas ellas difíciles de sobrellevar por su naturaleza traumatizante- coloca a un ser en formación ante un alto riesgo de afectar su normal desarrollo. A veces se pueden prevenir, y evitar, las circunstancias desfavorables; otras veces, aunque no evitarlas, disminuir los riesgos de su carácter nocivo. Hay ocasiones en que sólo se podrá trabajar una vez consumando algún daño. Estamos, entonces, ante distintos niveles de un mismo e intrincado problema.

La Psicología Clínica es un instrumento definitivamente válido, pero sólo aplicable cuando ya está en curso un trastorno puntual. Ante muchos de los acuciantes problemas de millones de niños en el mundo son, o deberían ser, otros los medios para actuar. El “riesgo” que generan “circunstancias especialmente difíciles” a tantos infantes hay que abordarlo desde otros campos: lo social, lo político.

¿Por qué mueren de hambre tantos niños? ¿Por qué cantidades tan enormes están condenadas a criarse en los límites de la subsistencia?: poca comida, sin agua potable, escasa o ninguna escuela o atención médica. ¿Por qué un niño puede ser regalado o vendido? ¿Acaso alguien elige trabajar a los 6 años de edad? ¿Alguien elige compartir el escaso pan con una docena de hermanos, o soportar los castigos de un padre alcoholizado? No son los niños quienes deciden la guerra.

La estructura económico-social que presenta el mundo beneficia a unos pocos y condena a los más. Esta tendencia se acentúa (uno de cada dos nacimientos se da en una zona urbano-precaria del Tercer Mundo). La Psicología poco tiene que hacer al respecto. Para la lógica dominante la mejor alternativa a la pobreza es detener la proliferación de más bocas que alimentar (¿léase más pobres?). De ahí la insistencia en campañas de contracepción, no precisamente con un ánimo reivindicativo para la mujer. Si ahora a eso se le llama “planificación familiar”-nombre políticamente más correcto- no deja de tener en sus orígenes la idea de “control de la natalidad”, pergeñada por los centros de poder del Norte.

El riesgo que corren millones de pequeños (hay 3 nacimientos por segundo) es sencillamente nacer pobres, nacer marginados; en definitiva: nacer. La única prevención posible para que ese alumbramiento no agregue una cifra más a las estadísticas de menores en condiciones de alta vulnerabilidad no es evitarlo, sino evitar que siga habiendo pobreza. Tal vez todo el mundo sabe que, retomando nuestro segundo epígrafe, la situación de la Humanidad no mejorará mientras no se potencie al máximo el cuidado y preparación de los niños; creo que cada vez va siendo más palmariamente notorio que la riqueza de las naciones es su gente. Pero, aunque se sepa ¿qué impide que se actúe en consecuencia? ¿Por qué, más allá de pomposas declaraciones, la situación no mejora?

II

Tenemos aquí un primer nivel de acción: trabajar en la estructura económico-social que, por sí, es ya riesgosa para muchos. Trabajo político, sin dudas. Quizá la Psicología, tal vez no la práctica clínica sino su dimensión colectiva, tenga algo que aportar. Al menos si se piensa que hay quienes, desde las actuales condiciones, apelan a ella para perpetuar el estado de cosas. “En la sociedad moderna el rumbo lo marca la suma de apoyo individual de millones de ciudadanos incoordinados que caen fácilmente en el radio de acción de personalidades magnéticas y atractivas, quienes explotan de modo efectivo las técnicas más eficientes para manipular las emociones y manejar la razón” (Z. Brzezinski, asesor presidencial de Carter y mentor de los Documentos de Santa Fe). Aunque duela, eso también es una forma de Psicología; no precisamente la que buscamos, pero sin dudas esa forma de encarar esta ciencia existe, y por cierto da resultados.

Ahora bien: no sólo constituye un riesgo para millones de chiquitos su status material; también lo es la dimensión cultural, los valores y creencias en que se crían. El machismo, la discriminación étnica, la intolerancia, el verticalismo, la negligencia paterna, la impunidad y la corrupción, la cultura de la violencia en su sentido más amplio son otras tantas formas de sembrar problemas en los futuros adultos, por tanto de cosechar problemas en el tejido social.

Son pocos los lugares donde realmente es tenida en cuenta la palabra de un menor, donde alguien puede ir preso por golpear a un niño. Los derechos infantiles no son, de momento, una realidad inamovible; son aspiraciones. La consigna de: “el que manda, manda, y si se equivoca vuelve a mandar” (de algún militar latinoamericano) ocupa aún un lugar de privilegio en la cosmovisión de mucha gente en muchos sitios. Modificar muchos patrones adoptados como normales y que no son objeto de cuestionamiento (que “los pantalones los llevan los varones”, que “los homosexuales son despreciables”, que “a los...... hay que matarlos a todos” -y ahí llénese el espacio en blanco con lo que se desee: negros, judíos, musulmanes, comunistas, drogadictos o vagabundos- que “a golpes se hacen los hombres”) puede ser un poderoso factor protectivo y promover bienestar. La Salud Mental de una comunidad no es la falta de conflictos a su interior sino su madurez para afrontarlos y tratarlos. Quizá no “resolverlos”, como pretende cierta tendencia funcionalista, pero sí procesarlos: poder no matar a nadie por negro, judío, comunista o lo que fuere sino tolerar y respetar las diferencias. Y también tomarse en serio aquello de los derechos de la niñez; o considerar la discriminación femenina no como un problema sólo de las mujeres sino de todos, o tener la valentía como para afrontar tabúes.

Sin dudas es un importante elemento para reducir los riesgos de la marginación (y posterior condena) de cualquier minoría el promover una actitud tolerante (no digamos ya solidaria): reconocer que no hay “escoria” social sino que una sociedad “produce” sus marginales, que todos tenemos que ver con ese asunto. ¿Quién decide lo que sobra? ¿Pero acaso “sobra” alguien?

Como siempre en cualquier orden el eslabón más débil es el primero en cortarse. Cuando hay pocos recursos económicos, cuando se vive al borde de la subsistencia, la vida no vale nada y no existe proyecto de futuro, ese eslabón lo ocupan casi indefectiblemente los niños. En los sectores más sumergidos los primeros en recibir los golpes -en todo sentido- son los menores. Y ser marginado dentro de la marginación no da muy buen pronóstico.

Seguramente el grupo en más alto riesgo psicosocial que pueda encontrarse son los niños que, por distintos motivos, dejaron su hogar de origen y viven en la calle. Ahí el riesgo es casi absoluto: riesgo de morir (en Río de Janeiro, Brasil, los escuadrones de la muerte “limpian” cinco cada día), de tornarse drogadicto, delincuente, prostituirse. Y en general el riesgo de todo esto se materializa.

III
           
¿Puede la Psicología hacer algo al respecto? Como práctica profesional está lejos de actuar sobre los cimientos sociales que producen desigualdad y exclusión. Pero puede ser un importante instrumento para la prevención de prejuicios estigmatizantes, de más violencia. Por otro lado, cuando las condiciones de vida sirven para producir daño en la subjetividad de alguien, cuando asistimos a conductas erráticas o en cortocircuito con lo esperado, a partir de lo que se genera malestar, es momento de intervenir clínicamente.

Un menor criado en contextos desfavorables y donde el peligro de que suceda algo no deseado, traumatizante, desgraciado, ya dio lugar a un problema de disfuncionalidad (porque delinque, o se droga, o es madre soltera, o se callejizó, o porque presenta síntomas psicológicos diversos: desadaptación, mal rendimiento académico, inhibiciones varias) necesita un abordaje clínico. ¿Es un enfermo acaso?, ¿se reconoce él como tal? Lo significativo es que, en general, estos niños no demandan explícitamente tratamiento psicológico, ni sus familias. Tal vez ahí está el meollo: nadie demanda por ellos. ¿Cómo pensar en un sano desarrollo si no hay Otro que vele por el pequeño ser en formación? Puede haber ser humano normal en tanto hay otro (función simbólica de la familia, transmisión de la Cultura, de la Ley). Como dijo Bertolt Brecht: “sólo no eres nadie, es preciso que otro te nombre”.

Todo ser en formación que atraviesa experiencias traumáticas (sea conflicto armado, pobreza extrema, violencia familiar, abuso sexual) presenta secuelas psicológicas asociadas. Las posibilidades de recuperación están en estrecha relación con la estructura profunda y la historia previa. La guerra, una catástrofe natural o un accidente importante dejan marcas, a veces indelebles. Pero hay -la experiencia clínica lo confirma- muchas y buenas posibilidades de superación. Esas agresiones vienen, por así decirlo, totalmente de por fuera de la historia del sujeto. Impactan, con mayor o menor fuerza, sobre una estructura psicológica ya de alguna manera preformada. Eso es lo que hace que puedan ser medianamente absorbidas. Distinto es el caso de agresiones a al integridad subjetiva de un pequeño ser dadas no por aquel tipo de cataclismos externos sino por condiciones estructurales.

Un Ser Humano, para conformarse como tal, necesita de un complejo y arduo proceso de humanización. Un nacimiento, en su dimensión puramente biológica, no asegura por sí mismo el futuro de la criatura llegada al mundo en orden a una posición social, una identidad sexual, una aceptación de su entorno. Todo esto implica un recorrido; al final del mismo puede encontrarse, quizá, la normalidad (que es siempre relativa, coyuntural, histórica). Devenir un ser adaptado, uno más de la serie, es algo que se mediatiza a través de la incorporación de la Ley. La Ley como principio ordenador que pone límites y permite la vida social. Eso se juega siempre en una dinámica intersubjetiva que, hoy por hoy y en nuestra Cultura -ni la única ni la mejor- asume la forma de la actual familia exo y monogámica, pater familias a la cabeza. ¿Qué pasa cuando ello falla? Ahí la agresión a la subjetividad tiene un carácter estructurante. Si falla el modo de ingreso a la dimensión de la Ley, si eso no se efectúa como proceso “natural” en el seno de una pareja parental, si la realidad de un pequeño es solamente violencia física, carencia afectiva y ausencia de transmisión de normas (todo lo cual sucede cada vez más frecuentemente en muchos sectores sociales: los más postergados, los excluidos) las consecuencias psicológicas pueden ser fatales: nos encontramos con menores desintegrados de la red social, con todo lo que ello conlleva.

Las políticas neoliberales en curso producen cada vez más exclusión. En todas las grandes ciudades crecen vertiginosamente sus cinturones periféricos (los sin-tierra del área rural deslumbrados por la megápolis). Crece también en forma alarmante la delincuencia juvenil, los niños de la calle (en general son las zona urbano-precarias las productoras de estos fenómenos). La marginación, cruda realidad de nuestros días, aumenta. Los que no están integrados a la normalidad, a la lógica dominante, los que “sobran” son cada vez más. ¿Puede alguien sobrar? Técnicos en economía llegan a hablar de “poblaciones excedentes”. Estar de más es estar por fuera de la Ley, de la norma social. Los barrios marginales están al margen de la Ley (se habla de “asentamientos irregulares”). El riesgo que corren los que allí se crían es quedar al margen de la Ley, en todo sentido; la psicología de un “sobrante” se moldea en relación a ello. Pero, realmente ¿puede alguien “sobrar”, o es eso una patética y perversa construcción social hecha desde asimetrías injustas? ¿En nombre de qué ejercicio de poder alguien puede arrogarse el derecho de decidir quién sobra?

Un niño crecido en esas circunstancias, donde lo posible es, con suerte, la pura subsistencia, donde la violencia de los hechos tiene el fragor de una guerra pero con la diferencia de ser no un acontecimiento extraordinario sino lo cotidiano, ha de manifestar dolorosamente todo lo recibido. Si su condición humana es transgredida día tras día, luego será transgresor.

Nuestra experiencia nos confronta con menores que, crecidos la margen de todo (buena alimentación, familia integrada y funcional, respeto, escolarización, atención médica, afecto) tienen severas dificultades para salirse de su situación de marginales. Son niños expulsados; expulsados de todo: de sus hogares, de la dinámica intersubjetiva de sus familias, de las normas sociales. ¿Niños que “sobran” en sus casas? ¿Niños que “sobran” en poblaciones que “sobran”? Si alguien se siente “de sobra” (“mi mamá me regaló cuando tenía cinco años”), ¿cómo y por qué habría de apegarse a la Ley? La creciente violencia delincuencial de las sociedades latinoamericanas no es sino una expresión de sociedades tremendamente violentas, que violentan a cada instante a las grandes mayorías, hambreándolas, segregándolas, reprimiéndolas cuando intentan levantar la voz.

Con una intervención clínica pueden comenzar, a veces, no todos, a construir una historia nueva. ¿Qué cosa autoriza entonces un acercamiento terapéutico si no hay un pedido expreso al respecto? Tengamos en cuenta, además, que no nos referimos a una aproximación psiquiátrico-forense para “certificar” la “locura” o “desadaptación” de alguien legalizando, desde una pretendida asepsia técnica, su reclusión en un manicomio o en un reformatorio. ¿Por qué, pues, psicología clínica para estos niños víctimas de historias tan abrumadoras, de abuso, violencia, miseria, humillación? Simplemente porque lo necesitan, aunque no puedan decirlo. Nadie dudaría que un desnutrido o un lisiado necesiten una intervención médica. De lo que se trata es de brindar las condiciones necesarias para que esas historias puedan ser puestas en palabras. He ahí el arte de la Psicología Clínica: propiciar la expresión, invitar -y conseguir- que alguien pueda preguntarse acerca de sí, pueda hacerse cargo de su propia historia.

IV

Las instituciones que trabajan con menores en situación de alto riesgo, sean estatales o fundaciones no gubernamentales (obviamente no las hay privadas porque este no es un rubro rentable), con diversas propuestas en su accionar: punitivas (los centros de reorientación públicos) o humanitario-caritativas (en general todas las organizaciones no gubernamentales) no destinan mayores esfuerzos a la intervención clínica. Desde ya -y sería tonto creer lo contrario- los abordajes psicoterapéuticos no son per se la solución para este grupo de población. Pero seguramente (¿por prejuicio, por desconocimiento?) no se los explota todo lo que se podría. Apelar a la buena conciencia, al sermón, al amor incondicional, al saber oficial que indica el camino correcto, pareciera no resolver mayormente los problemas acumulados. Tal vez, y creemos que vale la pena el intento, combinando todo esto con un mayor énfasis en la Psicología Clínica se podría permitir que, quizá, un niño o joven víctima de cualquiera de estas desgarradoras historias (valga como acabada síntesis el primer epígrafe) pueda encontrar nuevos rumbos a sus pesares. Hablar de los propios problemas -y eso se hace en un ámbito de privacidad, donde pueden aparecer las preguntas psicológicas acerca de uno mismo- nunca es malo.

Trabajemos para que no haya injusticia, pobres en el límite de la subsistencia, guerras, tráfico de drogas, niños abandonados; pero si, pese a nuestro empeño, sigue habiendo de todo esto, la Psicología como práctica social (dejemos ahora la discusión en torno a su estatuto epistemológico) puede hacer mucho para remediar sus efectos perniciosos. ¿Por qué pedirle más a un ejercicio profesional? Creo que no son necesarios psicólogos para enseñar que el futuro son los niños.

Por otro lado, y esto es definitorio, debe quedar muy claro que contribuir a arreglar subjetividades es una cosa, importantísima sin dudas, pero que no pasa de eso: una ayuda individual, micro. Los problemas macro no se pueden resolver desde abordajes personales, subjetivos: son temas colectivos, que tocan a toda una sociedad. Los menores abandonados, en riesgo, hambreados, faltos de educación, golpeados, transformados en soldados o en objeto sexual, son problemas políticos, públicos, sociales. Por tanto, las soluciones a todo ello también deben ser políticas. Pero no en tanto acciones técnicas de “profesionales” de la política, sino como preocupaciones de todos nosotros por igual como miembros de una comunidad que nos pertenece por igual a todos.


BIBLIOGRAFÍA

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martes, 8 de julio de 2014

Guatemala: un nuevo desastre ¿natural?

Marcelo Colussi

En la frontera entre Guatemala y México acaba de temblar con bastante intensidad. Según los datos proporcionados por las autoridades, el sismo tuvo una magnitud de 6.9 en la escala Richter. Sin ser de los más fuertes, fue suficiente para provocar cuantiosos daños a la infraestructura, básicamente en el fronterizo departamento de San Marcos, en el límite con México.

La infraestructura de esta zona ya venía siendo frágil, producto de una historia de pobreza crónica por un lado, y de otro sismo que conmovió la región dos años atrás, cuando numerosas casas cayeron o quedaron inutilizadas. Por suerte, para la presente ocasión hubo que lamentar pocas víctimas: alrededor de 80 heridos, dos muertos (un bebé recién nacido al que le cayó encima un cielorraso del hospital en que se hallaba internado y una mujer que falleció a causa de un paro cardíaco al iniciarse el desastre), además de 100 casas caídas, unos 120 tramos carreteros dañados y unas 5.000 personas afectadas. En algunos pocos puntos se registraron problemas con la provisión de agua y energía eléctrica. Podría decirse que fue una desgracia con relativa suerte, pues no alcanzó las cotas de destrucción del movimiento telúrico de un par de años atrás, y mucho menos las de 1976, ocasión en la que murieron 23.000 personas, quedando un saldo de más de un millón de guatemaltecos sin vivienda.

¿Será que nuevamente el gobierno utiliza la desgracia como válvula de escape, como aire fresco que se le insufla a un anodino proceso que va teniendo cada día más detractores que seguidores?

Dos años atrás, luego de una masacre (la primera en tiempos de paz, luego de las políticas de tierra arrasada que asolaron en el país con alrededor de 650 masacres a población civil no combatiente en los años 80) con saldo de 7 campesinos muertos y 34 heridos en una manifestación que reclamaba por el aumento de tarifas del servicio de energía eléctrica en el departamento de Totonicapán, providencialmente para el gobierno apareció ese sismo. Valga decir que no fue particularmente catastrófico (44 muertos y 175 heridos), pero el gobierno se apuró a decretar estado de calamidad pública, mantenido por casi un semestre, lo cual sirvió para sobredimensionar los efectos del evento natural, desviando así rápidamente la atención en relación a la reciente masacre cometida.

Esta vez las posibilidades de una utilización política –que seguramente no faltará– son menores, dado que menores son los daños que deja la catástrofe. De todos modos, casi como ritual, es de esperarse que algo de eso suceda; estos eventos son un momento para “aprovechar” políticamente, y para agenciarse de algunos fondos de cooperación internacional. Pornografía de la pobreza, se ha dicho alguna vez…

Pero queda siempre una pregunta en pie: ¿estamos ante desastres naturales… o sociales? La vulnerabilidad de países como Guatemala, al igual que cualquiera de la región, no es un destino ineluctable, por cierto. Es un producto histórico. ¿Por qué el mismo evento natural en Japón (con casi infinitos recursos) o en Cuba (con muchísimo menos en términos materiales paro con una envidiable organización comunitaria) no deja víctimas, y en países como Guatemala produce este desastre?

Tal vez el bebé muerto es todo un símbolo: si no muere de hambre (Guatemala es el sexto país en desnutrición a escala mundial, y segundo en Latinoamérica, luego de Haití, según datos de UNICEF, 2012), muere porque se le cae encima el techo de un centro hospitalario público. Por supuesto que un desastre natural es una catástrofe y se puede caer un techo (¡por eso es un desastre, obviamente!), pero ¿qué nos dice ese accidente? Habla del estado de la salud pública, de la desatención del Estado, de la falta de mantenimiento. No es hacer leña del árbol caído sino tratar de mostrar cómo un movimiento telúrico se transforma siempre en catástrofe en los países del Sur, porque allí la vida de las grandes mayorías implica una catástrofe oculta cotidiana. Si no se muere de hambre, se muere porque el Estado, desmantelado por las políticas de recorte presupuestario de los planes neoliberales, no puede dar servicios. Y si se protesta por las condiciones de vida, se muere por la represión de ese mismo Estado. Círculo vicioso difícil de romper.


Definitivamente: no nos mata Madre Natura. ¡Nos mata las condiciones precarias e injustas de vida a que nos vemos sometidos las grandes mayorías!

lunes, 16 de junio de 2014

Cuadernos del Mundial

Cuadernos del Mundial, una muy interesante propuesta de CLACSO. Le invitamos a accesar a esta iniciativa académica: Click aquí

Desastres naturales: sus secuelas psicológicas

Marcelo Colussi


La mayoría de las reacciones psicológicas tras un desastre natural no son propiamente enfermedades mentales sino respuestas que muestran angustia ante los hechos sufridos, y que en general pueden ser adecuadamente manejadas con abordajes comunitarios de apoyo grupal.

No existen técnicas psicoterapéuticas específicas para afrontar estas situaciones. En tales casos las acciones psicosociales no pueden ir separadas de soluciones prácticas de los problemas comunitarios. Lo importante es favorecer una posición activa de los damnificados, sin victimizarlos, propiciando su propia búsqueda de soluciones racionales, saludables y sostenibles. Debe promoverse la información, la organización social, la discusión de cuestiones concretas buscando respuestas comunes y consensuadas, aprovechando siempre las potencialidades locales. En definitiva, superar el primer momento de crisis encarando desde un inicio la promoción de una rehabilitación para el desarrollo sustentable. Se trata, fundamentalmente, de establecer una actitud de empatía con aquellos que sufren, posibilitando un lugar para fomentar la expresión de los afectos ligados a la situación traumática, propiciando espacios de encuentro y socialización, alimentando al mismo tiempo la solidaridad.

Superado el primer momento de las crisis posteriores a las catástrofes, debemos enfocarnos al reforzamiento de la organización comunitaria, en tanto sostén y garantía de una reparación a mediano y largo plazo de los daños ocasionados. Con esto buscamos comenzar a incidir en la situación de vulnerabilidad de las poblaciones, única vía para evitar que cualquier evento natural de cierta magnitud se torne un desastre.

Este nuevo modelo de abordaje de las secuelas psicológicas derivadas de desastres naturales tiene como algunos puntos básicos:

         Abordaje comunitario: las reacciones psicológicas que sobrevienen a la ocurrencia de una catástrofe son respuestas normales a situaciones anormales, por lo que no deben ser tratadas (salvo casos especiales) en términos de patología individual (lo cual puede conducir a la estigmatización y posterior exclusión). Son recomendables acciones grupales, incluyendo siempre a la mayor cantidad de gente posible, sin discriminaciones de ningún tipo, donde se socializa el sufrimiento y se refuerzan mecanismos comunitarios de afrontamiento de las situaciones difíciles.

         Implementar acciones con personal local de base: para llevar a cabo las acciones de soporte psicológico no es necesario, en su ejecución directa con las comunidades, apelar a personal técnico especializado (psicólogos, psiquiatras, trabajadores sociales), sino que puede ser más efectiva la participación de promotores comunitarios locales. Con la debida capacitación en el manejo de técnicas de intervención grupal y comunitaria en aspectos psicológicos, y bajo la supervisión de profesionales expertos en estos temas, este personal presenta la ventaja comparativa de pertenecer a los tejidos sociales locales, mantener sintonía cultural con la población damnificada y permanecer en las áreas pasado el primer momento de emergencia, lo cual puede darle un carácter de mayor sostenibilidad en el mediano y largo plazo a toda la intervención.

         Brindar respuestas inmediatas tras los desastres: cuanto más rápida sea la respuesta tras la ocurrencia de algún desastre, más rápidamente pueden los damnificados comenzar a superar las consecuencias. Lo ideal es poder comenzar a trabajar en el abordaje psicosocial de la población siniestrada prácticamente a la par de las tareas de rescate, ayudando de esa forma a manejar de un mejor modo situaciones que pueden ser, si no son atendidas rápidamente, mucho más traumáticas conforme pasa el tiempo y se refuerza la situación de víctima desvalida.

         Informar claramente: una de las necesidades humanas prioritarias para poder enfrentar una crisis sin derrumbarse es poder darle una explicación lógica que no deje a la persona con la sensación de vivir en un mundo impredecible, en el que su capacidad para controlar la realidad es nula. Buscar explicaciones es una necesidad humana; si no hay referentes claros, se buscarán en las primeras opciones de que se disponga, que son generalmente opiniones prevalecientes en el medio cultural inmediato, y no siempre y necesariamente las más adecuadas. En nuestra intervención se debe procurar informar lo más claramente posible acerca de los acontecimientos vividos y de las posibilidades reales a futuro para su manejo y superación.

         Priorizar las actividades expresivas (verbales o alternativas): comunicar los sentimientos, poder descargar las acumulaciones de afecto que produjeron los hechos traumáticos, en sí mismo tienen un efecto terapéutico, tranquilizador. Se debe buscar crear espacios de confianza, de intimidad, donde la población damnificada pueda encontrar el tiempo y la forma en que expresar todas sus emociones relacionadas al sufrimiento recientemente vivido, o que está viviendo actualmente. Puede utilizarse el lenguaje hablado (grupos de autoayuda u otros tipo de encuentros grupales) junto a otras técnicas alternativas (talleres expresivos, sesiones de relajamiento). Con población infantil resulta más adecuado la utilización de actividades lúdicas y recreativas.

         Considerar a la población damnificada como sujetos activos y no como víctimas pasivas: se debe incluir necesariamente a los sobrevivientes de un desastre en el proceso de toma de decisiones posterior a su ocurrencia, ayudándolos para que puedan asumir nuevamente el control de sus vidas. Mantenerlos en la situación de "víctimas desvalidas" no contribuye a su rehabilitación sino que, por el contrario, puede profundizar situaciones de aislamiento y marginación.

         Adaptar las estrategias al ámbito de cada desastre particular: si bien las formas que asume el sufrimiento humano ante cualquier situación de catástrofe pueden presentar rasgos medianamente comunes, y en consecuencia las acciones encaminadas a mitigarlo también asumen formas generales, debe adecuarse cada acción específica al medio en el que se actúa y no partirse del suministro de un paquete modelo inamovible derivado de un solo caso tipo.

         Reforzar mecanismos protectivos culturalmente aceptados: en toda organización social existen formas de afrontar los problemas comunitarios. Las intervenciones post desastres deben aprovechar esos mecanismos de protección, culturalmente válidos, que en general son redes espontáneas de autoayuda, fomentando su fortalecimiento y expansión.

         Aprovechar capacidades locales instaladas: desde el inicio de las acciones se debe colaborar y coordinar con las instituciones locales. Si bien una catástrofe puede haber destruido mucho de las capacidades de respuesta local, siempre permanecen redes y/o instituciones con quienes vincularse; es preferible integrar la intervención a estructuras ya existentes más que generar otras paralelas. Al acabar con la necesidad de socorro ante la crisis, esta coordinación las habrá robustecido en sus propias capacidades para continuar la labor humanitaria y su misión técnica específica. Nada ni nadie mejor que las instituciones locales para buscar mejorar la capacidad de los grupos vulnerables con miras a hacer frente a futuros desastres mediante estrategias de preparación basados en la comunidad apoyándose en las estructuras, prácticas, aptitudes y mecanismos de intervención territorial.

         Priorizar grupos especialmente vulnerables: los efectos de un proceso destructivo como el que se sigue de un desastre natural se expanden por toda una población, pero hay grupos más especialmente expuestos a sufrirlos dada su situación de mayor vulnerabilidad relativa. En el inicio de la intervención deben identificarse, junto con la comunidad, estos grupos vulnerables para su priorización, teniendo siempre especial cuidado de no estigmatizarlos. Pueden ser grupos vulnerables (y esto depende del contexto): niñez, juventud, mujeres, ancianos, personas con algún tipo de discapacidad, personas seropositivas, etc.

         Promover intervenciones integrales, multidisciplinarias y coordinadas: el abordaje de los efectos emocionales derivados de los desastres, si bien implica una cierta dimensión técnica específica, no debe circunscribirse a una acción de salud "mental" con todo lo de estigmatizante que esto tiene ("¿salud mental?: ¡yo no estoy loco!"). Por el contrario tiene que ser concebido en una perspectiva amplia de intervención comunitaria, buscando aliarse con otros sectores (preferentemente del campo de la salud), ayudando a encontrar respuestas integrales. Es sumamente importante coordinar los esfuerzos con la entidad rectora a nivel local, regional y/o nacional (en general Ministerio de Salud), evitando de esta manera contribuir al caos subsecuente a la situación de urgencia generada.

         Pasar del socorro en emergencias a la rehabilitación para el desarrollo: en todo momento de la intervención, desde nuestra llegada como misión humanitaria inmediatamente posterior a la ocurrencia del fenómeno natural hasta nuestra partida, debe trabajarse pensando en la reconstrucción con criterios de sostenibilidad a mediano y largo plazo. Deben hacerse todos los esfuerzos del caso por eludir el asistencialismo, evitando colocar a la población en una condición pasiva y desvalida, pues con ello no se pueden sentar bases sólidas para un proceso de desarrollo genuino. La reconstrucción debe abordarse siempre no sólo en términos de paliar los efectos del recientemente pasado desastre, sino de contribuir para que un próximo evento no tenga similares consecuencias, en tanto se han comenzado a mitigar las situaciones de vulnerabilidad.

         Enmarcar el trabajo en una actitud ética de compromiso: todas las intervenciones deben estar resguardadas por un código de ética que asegure la alta calidad técnica y humana de las prestaciones. Se debe buscar el resguardo de la confidencialidad de lo que cada persona asistida nos transmite, manteniendo siempre una sana y profesional distancia operativa con la población con quien trabajamos, promoviendo el bienestar común sin olvidar que nuestro papel es el der ser prestadores de salud en una situación crítica de emergencia.

Este es el marco general en el que pueden concebirse las intervenciones psicológicas post desastre. Insistimos respecto a que no deben entenderse las consecuencias psicológicas dejadas por el paso de las catástrofes –que no son sólo "naturales" sino que están enmarcadas socio-históricamente– como campo de acción de la clínica psiquiátrica-psicológica. Creemos que las respuestas más adecuadas para estos problemas las dan los planteamientos provenientes de la salud mental comunitaria.


Para concluir, queremos hacer notas que si los desastres no sólo son eventos naturales sino que golpean en relación inversamente proporcional al desarrollo de una comunidad (un terremoto de similar intensidad que en Haití mató a 200.000 personas en Japón produjo escasos daños, o un huracán que en Cuba no deja un solo muerto, en la población afrodescendiente de New Orleans fue una catástrofe –¿quién dijo que terminó el racismo en Estados Unidos?–), las respuestas a esos desastres tampoco son "naturales" ("el tiempo lo suaviza todo", "Dios proveerá", etc.) Las respuestas son enteramente humanas. La atención psicológica, por tanto, es parte fundamental de esa respuesta. 

miércoles, 28 de mayo de 2014

EL OCASO DEL PARTIDO PATRIOTA

Por: Douglas Barrios, Politólogo
Investigador, Instituto de Investigaciones Políticas y Sociales          

En  nuestro país todavía no existe partido político que se reelija después de haber llegado al poder Ejecutivo. La pregunta es si se llegará a dar algún día y cuanto tiempo falta para que  se haga realidad dicho fenómeno político o eso nunca se dará.

     En las elecciones generales del año 2015 el panorama se vislumbra que nuevamente tendremos dirigiendo el Ejecutivo a un diferente partido político, con la casi segura candidatura del señor Alejandro Sinibaldi, podemos asegurar que el Partido Patriota empieza un período de declive, recordemos que en las elecciones generales del 2011, este personaje participo como candidato a la Alcaldía municipal por la ciudad de Guatemala quedando en tercera posición por detrás del actual alcalde Álvaro Arzú y Roberto Gonzáles actual presidenciable de CREO.  

  Sinibaldi quien evidentemente gastó en su campaña tres o cuatro veces más dinero que los personajes mencionados anteriormente con compra de espacios de media hora en la mayoría de canales de televisión abierta y t. v. por cable más un sinfín de vallas publicitarias , mupies  etc., lo cual evidencia que aunque se tenga todo el dinero del Universo , no basta solo con este recurso para convencer a la población de  votar por  él, sino se necesita de varios factores más como  carisma, y el manejo de un discurso verdaderamente convincente para poder llegar a tocar el espíritu del electorado.


  Solo nos falta esperar a ver cómo evoluciona el terreno partidista en los próximos meses para poder aseverar que con la confirmación de Alejandro Sinibaldi quien como ministro de Comunicaciones se dedico a dejar las carreteras en muchos municipios sin terminar, y a publicitar en todos los medios radiales, televisivos y escritos , las obras que son su obligación hacer como jefe de la dependencia que representa, para  decir que el partido naranja se encuentra como todos los que han llegado a administrar temporalmente el Estado en vías de extinción.

miércoles, 30 de abril de 2014

Atención Docentes e Investigadores en Ciencias Sociales Convocatoria DIGI 2014


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Convocatoria DIGI 2014